Más de seis mil firmas

La purga estalinista que lleva a cabo el padre Fidenzio Volpi, Comisario impuesto por Roma a los Franciscanos de la Inmaculada, no amaina, sino que va in crescendo. Puede ser definida como un auténtico desmantelamiento de un instituto que había optado por la liturgia tradicional, y cuya accelerada expansión, multitud de vocaciones sacerdotales y religiosas, y carisma franciscano incomodaban a Roma.

1) Para justificar la intervención, Roma no ha podido encontrar graves pecados o faltas en su fundador, el padre Stefano Manelli, o en los dirigentes del instituto: ni abuso de menores, ni escándalos económicos, ni corrupción generalizada. Hasta ahora, la acusación es de "deriva definitivamente tradicionalista".

2) Está claro que el motivo de la intervención es el deseo de poner fin a un instituto floreciente y tradicional, cuyo éxito no se adaptaba a los parámetros que Roma tolera en los institutos Ecclesia Dei. Y por ello, con el visto bueno del Santo Padre, se ha prohibido a todos sus miembros el celebrar la forma extraordinaria del Rito Romano. Una decisión contraria al magisterio de los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI.

3) La intervención es desproporcionada por su dureza y contrasta con la pasividad y la tolerancia de Roma hacia congregaciones donde se han dado y se dan graves desórdenes morales y/o teológicos, se pone en continua tela de juicio el magisterio de la Iglesia, el derecho a la vida, e incluso los principales dogmas de nuestra Fe.

4) Que toda esta intervención cuente con la aprobación de Su Santidad el Papa, nos produce un gran dolor; y también perplejidad, porque no vemos una coherencia entre la imagen pública de reconciliación eclesial y misericordia que ofrece la Santa Sede, y la inusitada dureza ejercida con los frailes Franciscanos de la Inmaculada.

5) Creemos que la fidelidad y afecto al Santo Padre no están reñidas con la posibilidad de expresar, desde el respeto, nuestro deseo de que las cosas sean conducidas de un modo más caritativo y fraterno. Y por supuesto de redoblar nuestra oración por el Vicario de Cristo.

6) Prohibir la forma extraordinaria a un grupo de católicos por pequeño que sea, no solo discrimina sus derechos, sino que agravia a todos los que defendemos la Liturgia tradicional, que nunca debería ser utilizada como instrumento de castigo.

7) Las medidas adoptadas por el Comisario Fidenzio Volpi no pueden ser calificadas más que de espeluznantes: amenazas, destierros en los que se cambia a los frailes de país y hasta de continente, destitución de todos sus cargos de aquellos frailes de línea tradicional, estudiantes obligados a interrumpir sus estudios, prohibición de ordenaciones sacerdotales, suspensión de la actividad de los seglares terciarios, clausura de varios monasterios que, abandonados por otras órdenes, habían sido reabiertos por los Franciscanos de la Inmaculada, prohibición de editar publicaciones, múltiples vocaciones destruidas, escándalo en los fieles, prohibición al fundador de confesar y oficiar la Santa Misa, etc. Todo lo contrario a un comportamiento paternal y a la más elemental caridad cristiana.

8) Una iniciativa pidiendo la destitución del padre Fidenzio Volpi lleva recogidas más de seis mil firmas. De todas nuestras firmas ya se ha burlado el portavoz del Vaticano, padre Federico Lombardi, haciendo un encendido elogio del Comisario Volpi. Y llegando a afirmar que la recogida de firmas muestra lo necesaria que era la intervención. (Pues no, padre Lombardi, la recogida de firmas demuestra que no estamos de acuerdo con este atropello, simplemente).

Ya se han recogido seis mil firmas, pero son necesarias más. Y sobre todo que sigamos demostrando nuestro desacuerdo de forma respetuosa, coherente y serena, hasta que todo esto pase. Porque una injusticia no puede sostenerse durante mucho tiempo.

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