viernes, 13 de julio de 2012

Declaraciones del Cardenal Burke

Traducción de la web Secretum meum mihi:

El cardenal Raymond L. Burke cree que el “excesivo” uso de la concelebración —la práctica de los sacerdotes que dicen misa colectivamente— puede resultar en que su papel único en la sagrada la liturgia sea oscurecido.

“No creo que debería haber un estímulo excesivo de la concelebración, porque la norma es que cada sacerdote individualmente ofrecezca el santo sacrificio de la misa”, dijo el jefe del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica a CNA [Catholic News Agency] el 9 de julio.

“Si ello se repite demasiado frecuentemente, puede desarrollar dentro sí un sentido de ser otro [más] de los participantes, en lugar de ser realmente el sacerdote que ofrece la misa”...

Las palabras de aviso del cardenal, hacen eco a los comentarios hechos recientemente por el jefe de la Congregación vaticana para el Culto Divino, cardenal Antonio Cañizares. Él dijo en una reunión en la Universidad de la Santa Cruz de Roma el 5 de marzo que la “ampliación de la facultad para concelebrar necesita ser moderada, como podemos ver cuando leemos los textos del Concilio Vaticano II”.

El cardenal Cañizares explicó que la concelebración “es un rito extraordinario, solemne y público, normalmente presidido por el obispo o su delegado”, rodeado de sus sacerdotes y de toda la comunidad. Pero “las concelebraciones diarias de los sacerdotes solos, que se practican ‘privadamente’... no forman parte de la tradición litúrgica latina”, dijo.

En una amplia entrevista, el Cardenal Burke también expuso las razones por las que un sacerdote no debería agregar a voluntad sus propias palabras y oraciones durante la misa, ya que “es el siervo del rito y no el protagonista, que es Cristo... Por lo tanto, es absolutamente equivocado que el sacerdote piense ¿cómo puedo hacer esto más interesante? o ¿cómo puedo hacer esto mejor?”

También abogó por reintroducir una norma del Código de Derecho Canónico de 1917, que especificaba que un sacerdote en estado de pecado mortal, se abstuviera de celebrar la Misa “sin primero recurrir al uso de la confesión sacramental” o tan pronto como sea posible “en ausencia de un confesor”, cuando la misa sea “un caso de necesidad” y “haya hecho un acto de contrición perfecta”. El Cardenal explicó que la idea de dignidad pertenece en un modo preeminente al sacerdote que ofrece el sacrificio.

Para el Cardenal Burke, cualquier reforma de la sagrada liturgia “tiene que estar arraigada en la enseñanza del Concilio Ecuménico Vaticano II y propiamente conectada con la tradición” de la Iglesia. Ello significa eliminar innovaciones como los "servicios" guiados por un laico o un religioso en parroquias sin sacerdote:
“No es bueno para la gente participar repetidamente en este tipo de servicios en un domingo porque pierden el sentido de que el Santísimo Sacramento, la Santa Comunión, viene del sacrificio” y además hacen descender las vocaciones sacerdotales.

El Prefecto del Tribunal de la Signatura Apostólica cree que existe una correlación directa entre la “vacilación” en la aplicación de las penas canónicas en las últimas décadas, y los abusos y la violación de la ley de la Iglesia que se han producido en áreas litúrgicas.Estas sanciones, explicó, son “en primer lugar, medicinales”, con el objetivo de “llamar la atención de una persona sobre la gravedad de lo que está haciendo y llamarla de regreso”.

“Si en 20 siglos de vida de la Iglesia siempre hubo la necesidad de sanciones, ¿por qué en nuestro siglo de repente deberiamos pensar que no son necesarias?”.

Secretum meum mihi


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